Duke University, Nasher Museum of Art

En un claro dentro de un entorno boscoso, cinco pabellones que forman una configuración radial asimétrica contienen salas de exposición, aulas y un gran salón y definen un patio central acristalado que funciona como entrada del museo y amplia galería de esculturas, además de como zona de circulación.

El diseño del antes llamado Museo de Arte de la Universidad Duke implicaba su traslado desde un edificio de ciencias renovado del campus, donde ya no había suficiente espacio, a este edificio completamente nuevo apto para la enseñanza y la exposición de obras de arte. Renombrado como Museo de Arte Nasher por la donación recibida del mecenas, filántropo y exalumno de Duke Raymond D. Nasher, el nuevo museo se concibió para ser un destacado centro cultural y punto de interés en el campus al servicio de la universidad y las comunidades circundantes.

El diseño del Museo de Arte Nasher consiste en una serie de pabellones situados en un parque que admiten el paisaje al interior del museo. Un conjunto de cinco volúmenes rectangulares separados y configurados de forma radial y asimétrica cerca de la cima de una suave pendiente definen el patio central con forma de pentágono irregular y con cubierta de vidrio. Las complejas y casi vertiginosas geometrías del techo del atrio se forman según una jerarquía de sistemas estructurales, todos apoyados sobre cinco vigas principales. Esta aparentemente simple red de soportes estructurales aporta ritmo, ligereza, escala y apertura al vestíbulo público sin columnas, un espacio para eventos situado en el centro del museo, y también incorpora los sistemas mecánicos del edificio.

El atrio crea un intenso diálogo entre el interior y el exterior. Está iluminado por luz natural y enmarca la vista de los jardines circundantes entre un pabellón y otro. Desdibujando aún más la distinción entre el interior y el exterior, los paneles de hormigón prefabricados que revisten el exterior de los pabellones se extienden hasta el espacio del atrio interior, y los pisos de pizarra verde se extienden por el exterior en forma de terrazas y espacio adicional para sentarse en las cafeterías. De los cinco pabellones, uno alberga la colección permanente, dos están dedicados a las exposiciones temporales, otro posee el auditorio con 173 asientos y en el quinto se encuentran las aulas, las oficinas administrativas, la cafetería, los espacios comerciales y una plataforma de carga y un área de almacenamiento parcialmente subterráneos. Los visitantes circulan fácilmente de un pabellón a otro pasando siempre por el atrio central, como si transitaran por una versión arquitectónica abstracta del entorno natural.

Contrastando con los monolíticos exteriores de hormigón y el dinámico atrio, los espacios de las salas de exposición están diseñados para ser arquitectónicamente introvertidos. Al acceder a ellas desde el vestíbulo atravesando profundas antesalas, estos espacios blancos se perciben como etéreos. Las claraboyas ocultas en tres laterales de los techos de cada sala, permiten que la luz natural se filtre y tamice para proteger las obras de arte expuestas.